Durante una noche es desvalijada la casa del adinerado matrimonio formado por Carlo y Caterina Peritore. Ambos habían quedado adormecidos por el gas, y los ladrones pudieron tranquilamente apropiarse de los objetos de la casa y las llaves de su villa. Montalbano intuye que los ladrones tenían conocimiento de todos los hábitos de la pareja y este robo puede conectarse fácilmente con otro hurto similar perpetrado contra el matrimonio Lojacono. La investigación comprueba que las dos víctimas se conocen entre ellas y que forman parte de un círculo cerrado de amigos, que podrían ser, por lo tanto, todas víctimas potenciales. Los ladrones no parecen ser del lugar, pero, sin embargo, la excelente organización necesita sin duda un líder, el que, a través de una carta anónima, está poniendo en marcha un verdadero reto para el comisario. De hecho, los robos siguen. Esta vez la víctima es Angélica Cosulich, una ejecutiva de un banco local, con quien Montalbano queda extasiado. En un momento de crisis con Livia debido a la sospecha atroz de una traición, la joven le trae a la mente la infatuación juvenil por Angélica, la protagonista del “Orlando Furioso” de Ludovico Ariosto, y Montalbano comprende que, aunque la joven corresponda a su interés, deberá enfrentar una crisis interna de la que difícilmente pueda salir victorioso. El círculo comienza a cerrarse en la intuición de que el cerebro líder de la banda es parte del mismo círculo de amigos. Montalbano está convencido de que los robos son sólo un escenario diseñado para ocultar un propósito diferente…
El Comisario Montalbano
