En la estación de policía de Vigata no hay nada para hacer. Catarella se empeña sin ninguna esperanza en la solución de crucigramas y Montalbano relee una novela de Simenon, cuando inesperadamente se ve obligado a interpretar el papel de Bruce Willis en una película americana. En una vieja mansión habitada por dos fanáticos ancianos, los hermanos Gregorio y Catalina Palmisano, la manía religiosa los lleva directamente a la locura. El viejo alucinado comienza a disparar por la ventana y Montalbano, desafiando los peligros, sube por una escalera de incendios y se las arregla para incapacitarlo. En el edificio en ruinas, y entre un bosque de crucifijos iluminados por innumerables velas, Montalbano cree descubrir a una joven asesinada, pero con aprensión descubre de que se trata de una muñeca inflable ya gastada y maltratada por el uso prolongado, sin un ojo y con un agujero mal reparado. Una vez calmados los dos hermanos, la inercia parece haber vuelto a Vigata. Pero inmediatamente hay noticias de un cadáver encontrado en un basurero. No es el cuerpo de una víctima, sino otra muñeca idéntica a la encontrada en el palacio de los hermanos Palmisano. En esos días, el comisario recibe una extraña carta anónima que lo desafía con enigmas en verso a una búsqueda del tesoro. Por curiosidad y porque no tiene nada más que hacer, decide aceptar. Después de recibir dos o tres pistas, surge la sospecha de que el juego está ocultando algo peligroso y loco. Por desgracia, su nariz de policía no lo engaña…
El Comisario Montalbano
